13 may 2009

Visiones y palabras

08/09/08
Parte 1.

Ahora, los ojos desorientados serían estos. Curiosos, poco audaces, asustados y, finalmente, emocionados. Finalmente estaban entendiendo... sin comprender, claro.

Esperando. El tiempo se dilata de manera caprichosa pero, antes de permitirle al fenómeno adormecer los sentidos se abrieron los oidos para alimentarse de todo eso tan nuevo y sin producciones. Los ojos son tímidos, no se cierran y se posan sobre cosas sin importancia para evadir la ignorancia y disfrazar el hambre.

Extranjera. Nadando en la densidad de la otredad, comencé a desenredar aquello que ahora me envolvía. Una gelatina densa lo cubría todo, hacía las novedades inascibles y confusas. Dulce resulta el sabor de lo desconocido cuando se ansía probarlo.

Todos parecen muertos en vida, estatuas de cera que pululan por el espacio interior (el de mis ojos). Se hacen visibles diferencias, matices, colores, olores sutiles que ya olvidé, expresiones lejanas, muecas, lazos, cabellos, ojos, dientes, cuerpos. Poseo el lugar y me embriago con él.

Sonoras. Palabras vibrantes, canciones sin melodía, pausas, síncopas, aire. Se sumergen en mis oidos con avidez impaciente y cómplice. El librito se deshace y revela su inutlidad. Se abre la ruta hacia la novedad y la apropiación poco definitiva que me hacía extranjera.

Sensuales. Acarician mi interior vibrantes, se fijan en mi memoria y crean un mapa aún muy joven para ser interpretado. Palabras que bailan. Escurridizas, familiares, lejanas, mías, de ellos, mías, mías, mías, mías.

La puerta abierta elevó de nuevo mis pies hacia lo desconocido. Aún no estaba lejos; no lo suficiente, pero con seguridad lo estaría. Ávidos mis ojos buscaban en la altura el futuro. Posiblemente uno que no existió y que tal vez no existiría de nuevo. El engaño del presente.

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